Dice el refranero popular, “más vale un mal acuerdo que un buen pleito”.
Cuando se presenta la posibilidad, dentro de un procedimiento judicial, de alcanzar un acuerdo con la otra parte, es necesario pensar, de la manera más fría posible, los pros y los contras de aceptar una propuesta.
El ego puede llevarnos frecuentemente (tanto al abogado como al cliente) a interpretar una negociación o un acuerdo como una derrota, pero nada más lejos de la realidad.
En este punto el cliente necesita más que nunca el consejo y la información del abogado. No es una decisión fácil muchas veces. Si acepta la propuesta, cede parte de sus pretensiones, pero asegura el resultado. Si continua adelante, puede obtener todo lo reclamado, pero habrá que esperar varios meses y nunca existen garantías, por muy claro que pueda parecer un asunto.
La semana pasada mi cliente terminó aceptando un acuerdo propuesto por Abanca Corporación Bancaria, con relación a la demanda presentada sobre comercialización de un SWAP.
Como en cualquier acuerdo, ambas partes han tenido que ceder. En este caso, debido a la mejor posición procesal que gozaba mi cliente por la jurisprudencia existente en la materia y prueba aportada, ha sido la entidad financiera la que ha tenido que ceder más, abonando cerca de un 85 % de lo solicitado.
Mi satisfacción no viene solo de haber alcanzado un buen acuerdo. También de haber conseguido que el cliente entendiera la situación y tuviera toda la información para poder tomar la mejor decisión para él.